martes, 26 de febrero de 2008

Madejas de sueños

Una de mis aficiones siempre ha sido la escritura, escribía y escribo por afición y porque me ayuda. Recuerdo que hace ya tiempo, antes de conocer a la que es hoy entre otras muchas cosas mi confidente, me sentaba delante de una hoja en blanco que estaba dispuesta a oir mis penas y se las contaba, escribía palabra por palabra lo que me dictaba mi propio estado de ánimo y así me desahogaba un poco, le contaba esos pensamientos a alguien en este caso a algo.
Llevo un tiempo retirado de esa afición y lo digo con disgusto pues sufro un bloqueo que me impide escribir sobre nada pudiéndolo hacer sobre todo. No soy muy dado a enseñar aquello que escribo, llamadlo timidez llamadlo tozudez pero el caso es que no soy dado a ello. Pero hoy he sentido esa necesidad de, por lo menos, mostrar un poco de aquello que escribía, tal vez para darme ánimos para seguir haciéndolo.
Este relato corto lo escribí con la intención de presentarlo a un concurso literario de la universidad, sin embargo nunca lo presenté así que para sacarme la espinita lo pongo aquí. Espero que os guste y si no pues... ¡las críticas son siempre bienvenidas!


Hormigas en el estómago, corazón desbocado que late al ritmo de un zapateado flamenco, boca seca, manos sudorosas y nudo en la garganta que apenas si te deja hablar, y de repente, un impacto directo, un impacto de coraje, de valor y la miras a los ojos… dos palabras, acaso no puedas decir más, porque el nudo de tu garganta sólo ha sido torpemente desatado. Silencio, silencio y más silencio, dos, tres, cuatro, cinco segundos… acaso son dos, tres, cuatro, cinco horas, silencio, ella busca tus ojos, tú intentas mantener tu mirada fija en el suelo, pero algo te lo impide y la miras y ves la respuesta escrita en sus ojos, lo lees tan claro como pudiste leer tu primera palabra en tu libro de parvulitos, y te giras, le das la espalda, más silencio. Sensación de vacío, punzada directa al alma que apenas si te deja respirar, y tu corazón… dejas de oírlo y sonríes. Sonríes sabiendo que nunca se volverá a calzar los zapatos de flamenco, que nunca volverá a bailar, como bailó tantas veces por ella… Recuerdas aquellos versos de Neruda: “Aquí vive un poeta, la tristeza no puede entrar por estas puertas” y te das cuenta que ella le ha abierto esas puertas, ha entrado y tomando posesión de su nuevo hogar. Y de paso ha desalojado a los antiguos inquilinos: esperanza e ilusión, que se marchan sin una sola protesta, dejando la casa toda para ella.
Ella empieza a alejarse, te giras y ves una parte de tu sueño pegado a su espalda como un monigote del Día de los Inocentes, y como, atado por un sedal invisible a ella, la otra parte de tu sueño va desapareciendo con cada paso, con cada tirón de ese sedal invisible, se va deshilachando como bufanda de lana, hasta que desaparece, quedando un montón de lana que nunca volverá a tejer un sueño, porque tu sueño va pegado a su espalda…

1 comentario:

Kina dijo...

Goboooo te quiero muchooo!!!^^