jueves, 29 de octubre de 2009
El tiempo
Llevo unos días dándole vueltas a un tema, yo soy así, muchas veces encuentro un tema y me pongo a darle vueltas a la cabeza.
Vivo en una gran ciudad, no me gusta, así sencillo y directo, la ciudad muchas veces te atrapa, te controla, te motiva como un gran titiritero, mueve tus hilos, y tú bailas a su son.
Hace poco alguien que conozco decidió emprender la aventura madrileña y me confesó sentirse muy agusto, yo reí con ironía "ya aprenderás a odiarla" aquí se vive a otro ritmo, a otra velocidad. Todo el mundo tiene prisa, no se para a hablar aunque se cruce con un conocido que lleva meses sin ver, un "hola, ¿que tal?" sustituye cualquier conato de conversación. Han pasado un par de meses y al parecer ya se ha dado cuenta de ello, aquí todo el mundo tiene prisa.
No es sólo aquí, uno de los recuerdos que me llevé de mi viaje a Japón fue la imagen de vivir dos mundos, el tremendamente urbanita de tokyo que impactaba con los jardines, los templos la serenidad de Kyoto o del monte Koya, volvería un millon de veces a Kyoto, podría vivir ahí incluso sin ningún problema, pero en Tokyo no rotundamente no.
Escribo hoy esto porque ayer volviendo en mi tan bien conocido y monótono Metro, llegado a mi parada me disponía como hago siempre a subir las escaleras una a una cuando algo me llamó la atención, mi estación tiene un ascensor que puede suplir a las escaleras y que normalmente va aborratado de gente, había un señor con una bolsa que daba continuamente al botón de cerrar y la puerta no cerraba, el señor seguía insistiendo dándole al botón y el ascensor no queriendo cerrar. He de reconocer que, a drede, me quedé parado y observando, ante tal despliegue de estupidez humana.
Estuve pensando que llevaba a ese señor a usar el ascensor cuando había escaleras mecánicas, que le llevaba a seguir insistiendo en cerrar las puertas cuando podría esperar al siguiente, al final y despues de varios intentos el ascensor cerró su puerta y comenzó a subir, yo a la par comencé mi ascensión y llegue a tiempo de ver salir al señor y su bolsa con prisa saliendo por la puerta de entrada por el único motivo de que ésta se encontraba abierta de par en par.
Ese señor y su bolsa me trajo a la mente la imagen del títere y la ciudad como su titiritero, escogiendo el menor esfuerzo, lo fácil dejarse llevar y no llevarse a uno mismo, coger el ascensor evitar las escaleras. Querer vivir continuamente acelarado usar ese ascensor para llegar antes y perder el tiempo por ese estúpido pensamiento. Entrar por la puerta abierta y no abrir tus propias puertas...
Cada vez lo tengo más claro, necesito unas tijeras para cortar esos hilos antes de que se hagan tan fuertes que no pueda cortarlos...
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2 comentarios:
Que chulo!Hehehehe mucha razón tienes pekeño padawan. YA sabes que opino yo de las ciudades, lo que me agobian y demás. LAs grandes ciudades. Otra cosa es Santiago por ejemplo, una cosa totalmente diferente a lo entendible por ciudad.
Pues corta esos hilillossssssss y que no te deje dominar!ª
Para cuando algo nuevo?
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